Por lo general postergamos aquellas actividades que nos generan algún tipo de malestar, esa pereza indescriptible que le cogemos a algunas cosas resulta que no nos gusta vivirla, realizar esa actividad especifica requiere de un sacrificio extra “una milla extra”, la cual, muchas veces no nos sentimos en condiciones para darla; estas actividades que suelen ser obligaciones académicas o laborales a las que les hemos perdido el interés para realizarlas. Al evitar la actividad que resulta poco agradable también se evita el malestar y en consecuencia se retrasa el posible fracaso.
Infortunadamente, estas actividades no se resuelven solas y su postergación termina generando en nosotros otro tipo de sensaciones incomodas y emociones desagradables como ansiedad. Al aplazar las actividades, estas suelen irse acumulando, y la presión comienza a aumentar dado que el tiempo se hace cada vez más corto para sus entregas, aumentando el estrés, lo cual deteriora nuestra ejecución al momento de desarrollar aquello a lo que le estábamos haciendo “el quite” y perjudica notablemente nuestra calidad de vida.
Este suceso es mejor conocido como procrastinación, el cual, puntualmente consiste en el aplazamiento para iniciar o finalizar actividades displacenteras, las cuales se han planificado previamente para desarrollarse en un periodo de tiempo determinado. Resulta que este suceso no es meramente un problema de responsabilidad o de organización de tiempos, si no que puede suponer un problema de autorregulación a nivel cognitivo, afectivo o comportamental. (Díaz, 2019)
Según Diaz (2019), del 20% al 25% del total de la población del continente americano son procrastinadores crónicos y en otros estudios manifiestan que solo en Latinoamérica, el 90% de la población estudiantil procrastina, aunque no siempre con criterios para definirlo como algo crónico. (Natividad, 2014)
Entonces, ¿Qué podemos hacer para dejar de aplazar nuestras obligaciones?
- Avanzar de a pocos con descansos establecidos en periodos de tiempo específicos.
- Generar metas alcanzables, sin autoimponernos metas muy altas que puedan generar frustración.
- Reconocer nuestros pequeños logros, y recompensarnos por ellos.
- Identificar el momento en el que te encuentras, generando conciencia de la obligación y el tiempo para su entrega.
- No te compares.
- Toma la actividad como una experiencia y concéntrate en ella.
Recuerda: no hay nada de malo con ir a nuestro propio ritmo, avanzamos a pasos diferentes y personales, la velocidad la imprime cada uno y por consecuente es subjetiva.
REFERENCIAS
Díaz, J. (2019). Procrastination: A review of scales and correlates. Revista iberoamericana de diagnóstico y evaluación psicológica 51(2), 43–60. https://doi.org/10.21865/RIDEP51.2.04
Natividad, L. (2014). Análisis de la procrastinación en estudiantes (Tesis doctoral). Univestat de Valéncia, Valencia, España.
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