Con el paso de los años, las familias han sufrido cambios sustanciales no sólo en su estructura sino también en la redefinición y distribución de sus roles fundamentales a raíz del proceso de modernización y de los cambios sociales, políticos, culturales y demográficos, que afectan e influyen directamente en la sociedad y, por ende, en las familias, comprendidas como el cimiento de ésta.

Hasta la mitad del siglo pasado las separaciones eran vistas sólo como un signo de inestabilidad familiar y de crisis, por lo que eran sancionadas socialmente (sobretodo desde el punto de vista religioso), como una falta contra el otro compañero, el matrimonio, los hijos, la familia y la misma sociedad. Sin embargo, con el paso de los años y el aumento en la frecuencia con que se presentan las separaciones, este fenómeno ha perdido parte de la sanción social, incluso ha comenzado a percibirse como parte de la solución de conflictos a nivel familiar, sobretodo si se presentan problemas de violencia intrafamiliar, por ejemplo. Incluso los estudios han demostrado que a largo plazo, los divorcios no traen consecuencias graves para la salud emocional de los niños y los adolescentes como comúnmente se piensa; la reacción humana inicial de tristeza y de pérdida de expectativas de la reunión familiar ante esta crisis es natural y las diferencias significativas a nivel emocional y comportamental entre hijos de padres que no son divorciados y los que sí, son mínimas.

El divorcio implica una pérdida de la unidad familiar entendida como sistema, por lo tanto estamos hablando de la vivencia de un proceso de duelo asociado a la toma de decisiones tomadas en grupo que influyen en cada miembro de la familia, en el que no solo se ven afectadas las personas directamente implicadas (padres de familia), sino los “indirectamente” afectados, como los hijos.

El divorcio entre padres ocasiona una crisis no normativa, es decir un evento accidental e inesperado, que genera un estado temporal de desorganización, caracterizado principalmente por la incapacidad del individuo para abordar la  situación, mediante estrategias de solución de problemas, por la incertidumbre y el estrés inicial que generan. Puede convertirse en un hecho traumático si no se logra manejar adecuadamente.

Una de las consecuencias que acarrea el divorcio de los padres, en niños y adolescentes, cuando éstas se presentan, es la disminución del rendimiento académico (sobretodo en materias que requieren de mayor concentración como la matemática), y dificultades socioafectivas (que incluso perduran en la vida adulta), además de conductuales (como el no seguimiento de normas e incluso conductas delictivas y consumo de sustancias), y en general la reducción del bienestar psicológico de los mismos. Sin embargo las consecuencias no se presentan por igual en todas las personas, éstas pueden variar dependiendo de los recursos con los que cuente la familia, tales como factores protectores, habilidades para solucionar los conflictos, situación socioeconómica de la familia, la participación del progenitor no custodio en la crianza de los hijos (que por lo general culturalmente es el padre quien ejerce este rol de forma impuesta), la existencia o no de conflictos entre padres posteriores al divorcio, como por ejemplo relaciones de triangulación en las que dos miembros de la familia no se comunican directamente y lo hacen por medio de un tercer miembro como por ejemplo a través de su hijo, la relación cercana y la comunicación entre los hijos y el progenitor no custodio, el cultivo de valores familiares e individuales, antecedentes de vivencias familiares de duelos anteriores, y el proceso, como cualquier duelo natural, puede variar en el tiempo y no atravesar todas las etapas.

Algunos estudios han demostrado incluso la influencia del divorcio de los padres en la imagen paterna y masculina en general y la probabilidad de divorciarse a futuro, cuando los niños y los adolescentes crecen.

Como estrategias de afrontamiento tanto internas como externas, para mejorar la calidad de vida y el bienestar psicológico posterior a una crisis de divorcio, muchas familias utilizan el apoyo social, acudiendo a parientes, amigos y/o personas que experimentan o han experimentado dificultades similares para sentirse seguros y apoyados en medio de la crisis, debido al vinculo emocional, social y de apoyo que genera. Otas familias utilizan estrategias basadas en la toma de decisiones y el manejo de los conflictos y dificultades, en el manejo del estrés ante la situación de divorcio de padres, la búsqueda de apoyo espiritual, la reestructuración o reevaluación de la situación de crisis percibida como oportunidad, cambiando así el significado de la situación.

Es importante que se fomente desde niños y jóvenes la importancia de obtener, analizar y organizar la información, la comunicación de ideas e informaciones, la planificación, la solución de problemas, el trabajo en equipo, las relaciones, la búsqueda de apoyo, etc. Desarrollar este tipo de habilidades adquiere cada vez más un papel fundamental en el ámbito escolar, por ejemplo, pues se trata de generar recursos que faciliten la adaptación al mundo y a la sociedad actuales, ante problemáticas familiares como la del divorcio.




Definitivamente las familias buscan muy poco la ayuda profesional y/o de servicios sociales; esto puede tener una explicación coherente si se tiene en cuenta que socialmente se fomenta el mito de los “secretos familiares”, esperando hasta último momento para solicitar ayuda profesional o buscar la orientación pertinente ante las instancias competentes.

Actualmente se observa una reorganización de la vida familiar caracterizada por discursos que rompen con los antiguos patrones relacionales, entre los que emergen nuevas expresiones de los roles femeninos y los masculinos, con variaciones en los significados de “ser padre y/o madre” y sus nuevas prácticas, ocasionando redistribución de funciones, complementariedad de roles y flexibilización de tiempos dedicados a la crianza de los niños y los adolescentes, proceso que es exacerbado por un contexto de transformación socio- cultural. La crianza entonces se puede ejercer aún estando separados, bajo valores de corresponsabilidad parental, alternancia de convivencia y distribución económica balanceada.

 

Referencias

 

 

Jiménez Arrieta, M., Amarís Macías, M. y Valle Amarís, M. (2012). Afrontamiento en crisis familiares: El caso del divorcio cuando se tienen hijos adolescentes. Salud Uninorte, 28 (1): 99 – 112.

Valdés Cuervo, Á. A., Martínez, E. A. C., Urías Murrieta, M. e Ibarra Vázquez, B.G. (2011).
Efectos del divorcio de los padres en el desempeño académico y la conducta de los hijos.
Enseñanza e Investigación en Psicología, 16 (2): 295-308.

Zicavo N. y  Fuentealba, A. (2012). Resignificando la paternidad, crianza y masculinidad en padres post divorcio. Revista IIPSI, 15 (2): 115 – 127.

 

 

 

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