Cuando se habla de apego generalmente pensamos en algo negativo, indeseable, algo que nos hace daño y termina por involucrarnos en relaciones problemáticas, relaciones que nos provocan malestar y no aportan mucho en nuestras vidas…pero, ¿qué dice la psicología al respecto?

Es interesante mencionarlo, porque actualmente se ha extendido una falsa creencia de que el apego es algo “malo” cuando no necesariamente así. Generalmente confundimos el término con lo que se denomina “apego emocional” y esto es algo totalmente distinto. El apego, aunque no lo crean, es necesario en nuestras vidas. Se define como la tendencia que tenemos los seres humanos de establecer fuertes lazos con otras personas y se deriva de nuestra necesidad básica de recibir protección y seguridad. Comenzamos a desarrollarlo a una edad temprana y perdura a lo largo de nuestra vida. Es el encargado de permitirnos establecer relaciones interpersonales, buenas y malas, y tiene una relación directa en todas las emociones que experimentamos cuando interactuamos con otros.

Pero muchos en este punto dirán ¿Cómo así que algo tan importante llegó a confundirse con algo tan negativo e indeseable? Y este es un punto muy importante, pues el apego se manifiesta de diferentes formas y, así como una moneda, tiene diferentes caras, unas más favorables que otras que pueden clasificarse desde un polo seguro y otro inseguro.

Para entender esto, es importante darles una breve explicación sobre los tipos de apego, algo no muy denso y con ejemplos del cotidiano.

En su polo seguro el apego puede ser vivido como una experiencia agradable, nos permite establecer relaciones de confianza y apoyo mutuo, relacionarnos con las personas de nuestro alrededor de manera estable evitando causarles daño y causarnos daño a nosotros mismos. Sabremos que hemos construido este tipo de apego cuando nos sentimos cómodos en la intimidad y la cercanía de nuestros seres queridos, cuando podemos comunicar efectivamente nuestras necesidades emocionales y escuchar las de los que nos rodean, cuando podemos demostrar y recibir cariño a gusto. Podemos sentirlo con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestra pareja y con muchas personas que nos relacionemos en el cotidiano. (Imaginemos que tenemos un amig@ en quien podemos confiar, sentimos que nos escucha y podemos escucharle, nos sentimos cómodos con esta persona, se siente paz… probablemente esta persona también haya desarrollado este tipo de apego y hace que no sólo nosotros sino también otras personas se sientan cómodas en su compañía o quizá sea nuestro estilo de apego y otros pueden sentirse muy cómodos interactuando con nosotros).

Lastimosamente el anterior no es el caso para muchos… Quizá les haya pasado a ustedes mismos o conozcan a alguien que contrario a lo anterior, se caracterice por:

  • El temor constante de perder a las personas significativas que los rodean. “¿y si mi novi@ no me quiere, y si ya no quiere estar conmigo y si ya no soy suficiente para el/ella? ¿Qué pasa con mis amig@s? Se van a cansar de mí, podría perderl@s en cualquier momento si no les agrada quien soy o lo que hago, ¡Tengo mucho miedo de que mis seres queridos se alejen!”
  • O, por el contrario, tener la idea de que es mejor alejarse de las personas o evitar intimar con ellas para no recibir daño “¡Las personas que dejo entrar en mi vida terminan por hacerme daño! Prefiero estar sólo porque así evito que me lastimen, No puedo confiar en nadie ni nada”.

 

Estos son claros ejemplos del apego inseguro. Generalmente aparece a raíz del tipo y la calidad del cuidado que tuvimos en la infancia. Lo construimos cuando nuestros cuidadores no fueron consistentes a la hora de atender nuestras necesidades físicas y emocionales. Puede que no te sintieras a salvo con ellos, que no te manifestaran el suficiente cariño, que no valoraran tus logros, que te castigaran a menudo sin justa causa, que te sobreprotegieran, te hicieran sentir temor de ser tú mismo, o muchas otras causas que están entre un largo etcétera; causas que nos provocaron heridas emocionales que hacen que nuestras relaciones actuales no sean tan cómodas o que se nos haga difícil confiar en los demás o tener muchísimo temor a perderlos. (de ahí pueden venir los celos, nuestras inseguridades y muchísimos otros problemas en nuestras relaciones personales).

Pero en este punto ustedes se preguntarán, ¿qué hago si tengo heridas emocionales, si mi apego es inseguro? ¿cómo puedo sanar? ¿qué puedo hacer para poder sentirme más cómodo en mis relaciones?

La idea general es ir construyendo un apego lo más seguro posible, considerando que el hecho de haber sufrido experiencias de adversidad previas no quiere decir que debamos seguir sufriendo sus consecuencias. Esto se puede cambiar de diversas formas:

  • A través de la construcción de una historia diferente a la vivida hasta la fecha. Sucede cuando entendemos que las experiencias adversas que vivimos pueden tener un foco distinto al vivido, cuando nos reconciliamos con nuestro propio pasado y lo vemos desde puntos de vista mucho más amables. Por ejemplo, no es lo mismo pensar que mis padres no estaban para mí porque era un niño problemático, a entender que yo era problemático porque necesitaba el cariño que cualquier niño necesitaría, pero que lamentablemente no llegó o llegó de formas en las que no me sentía bien.
  • Identificando nuestras heridas emocionales provocadas que tienen efecto en las relaciones que establecemos ahora mismo. Cuando nos permitimos dialogar con nuestro pasado, podremos identificar las heridas emocionales que sufrimos; heridas que se activan cuando pasamos por situaciones similares. Por ejemplo, el miedo a que nuestros seres queridos se alejen porque en el pasado sufrimos abandono por parte de una figura significativa. A partir de esto es muy importante saber reconocer en nuestros vínculos aquellos momentos en los que suelen activarse estas heridas. Por ejemplo, “siento que mi herida de abandono se activa cuando mi novi@ pasa tiempo con sus amig@s y no conmigo”. Al identificar las heridas emocionales podremos comenzar a entender más sobre nosotros mismos, entender cuándo en una situación difícil puede estar hablando nuestra herida o cuándo habla la realidad. Por ejemplo: cuando siento miedo a perder a mi novi@ cuando está pasando tiempo con sus amig@s no hay una situación real y objetiva de abandono, soy yo sintiéndome así a través del daño provocado por mi herida, porque la parte lastimada de mi piensa que si alguien elige pasar tiempo con alguien más es porque ya no me quiere y va a abandonarme… y por el contrario, cuando siento miedo al abandono porque mi pareja me habla de que quiere terminar conmigo, lo que está pasando si es real, es una situación real y objetiva que provoca una emoción coherente de temer por el abandono.
  • En terapia psicológica, a través de los expertos en apego denominan como “experiencias emocionales correctivas”. Es cuando podemos hablar de nuestras heridas e inseguridades en un entorno seguro y protegido. Cuando hay alguien que nos escucha sin juzgarnos, que procura entender y validar nuestras emociones para ayudar a sanarnos. En terapia se habla de aquello que nos produjo trauma en una relación totalmente segura, lo que nos ayuda a ver un panorama distinto y “corregir” algunas ideas provocadas por nuestras heridas emocionales. Por ejemplo, podremos aceptar el hecho de que nuestra pareja quiera pasar un día con sus amig@s sin llegar a pensar que va a dejarnos o que prefiere no pasar tiempo conmigo. Comenzaremos a construir relaciones más sanas, iniciando con el vínculo que nos ofrece nuestro terapeuta. Esto servirá como una especie de entrenamiento para saber identificar señales no sólo de peligro, sino también de seguridad en diferentes entornos de nuestra vida. Por ejemplo, si mi familia nunca me escuchaba cuando hablaba de algo que realmente me importaba y cuando lo hacía me sentía juzgad@, probablemente aprendí que hablar abiertamente de mis emociones es algo “malo”. Si voy a terapia probablemente en las primeras consultas será difícil hablar de lo que siento, incluso identificarlo, pero al ir recibiendo validación y empatía podré comenzar a sentirme cada vez más cómod@ al hablar de mis emociones y de aquello que es importante para mí.

Andrés García – Psicologa.co – Especialistas en Salud Mental

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