La hora de comer o nuestros hábitos alimenticios no abarcan solamente el acto de comer o nutrirnos, usualmente son un espacio de compartir con otros, de descanso o incluso de conectar con lo que estamos haciendo, este acto en sí es placentero. Al estar asociado este espacio a conexión con disfrute, es indiscutible que se asocia en general con experiencias emocionales, por lo que puede suceder que ante aparición de malestar o problemas emocionales podemos usar la comida para regular tal dificultad. Esto se explica porque al comer, disfrutamos y nuestro cuerpo libera serotonina cuya función se asocia a relajarnos y también a tener sensación de felicidad.
Ahora bien, como la alimentación y las emociones están relacionadas, también el tipo de alimentación que consumimos influirá en la manera en la cual nos sentimos. Entre mayor calidad en la alimentación mejor funcionamiento tendrá nuestro cuerpo y por lo tanto sensación de mayor estabilidad.
Al tener tanta disponibilidad a información y tipos de alimentación, estamos vulnerables a estar entrando en patrones que generen presión sobre dichos hábitos o la manera en la cual lucen nuestros cuerpos, al tener dicha presión tan latente se buscan herramientas rápidas que suelen ser poco saludables. Por ejemplo, se ha encontrado en estudios (la mayoría en Estados Unidos) que las personas usan entre el 60% y 40% dietas rápidas y el inicio de estas técnicas se dan desde edades tempranas (adolescencia).
En relación con las consecuencias psicológicas generan las dietas se ha encontrado que aquellas que tienen seguimiento y acompañamiento profesional presentan beneficios y sensación de satisfacción que se sostiene en el tiempo, pero aquellas que son rápidas y sin acompañamiento generan consecuencias como ansiedad, irritabilidad, preocupación frente a los alimentos y depresión.
En pro de evitar que usemos la alimentación como un regulador de emociones o como un único medio de satisfacción personal, es importante que podamos acompañar el proceso de asesoría profesional para complementar el trabajo de alimentación con rutinas de ejercicio que sean coherentes con nuestras necesidades. Por otro lado, identificar elementos que nos dan las emociones como lo es el hambre emocional para poder poner en práctica herramientas de regulación antes de acudir a la comida.
Para identificar el hambre emocional te recomendamos tener en cuenta que el hambre fisiológica es de aparición gradual, en cambio la emocional es abrupta y suele darse en modo de antojos; el hambre emocional puede aparecer en momentos de emociones altas o intensas; es mucho más fácil de saciar y luego de ingerir alimentos suele generar culpa o insatisfacción.
Recuerda si notas problemas para manejar la relación con los alimentos, no dudes en consultar.
María Paula Aguilera – Psicologa.co – Especialistas en Salud Mental
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