Como bien hemos mencionado antes, las emociones nos permiten activarnos acorde a las situaciones vividas, generar un juicio de valor y responder a la situación que ha generado tal reacción. Toda emoción nos moviliza a la acción, pero la reacción a cada emoción funciona de manera diferente.
El sentirnos heridos, tratados de mala manera, humillados, ofendidos, el visualizar una situación de injusticia o el no poder cumplir con lo que esperamos de nosotros mismos nos lleva a sentir ira. La ira, al igual que el resto de las emociones nos activa desde tres tipos de respuesta:
- Fisiológica: Nos activamos para defendernos y atacar. Nuestras palpitaciones y respiración se aceleran, los músculos se tensan y nuestro flujo sanguíneo aumenta preparándonos para responder a lo sucedido.
- Cognitiva: La forma de interpretar la situación que se está presentando y el significado que le damos a esta, por ejemplo: al estar en una situación y que se presenten esta serie de pensamientos “¿Cómo se atreve a tratarme así?”, “Esto es intolerable”.
- Conductual: La expresión comportamental ante una situación que nos ha generado ira. Aquí es importante aclarar que a pesar de que la activación conductual de esta emoción genere llanto, gritos, acción para la deshacernos del obstáculo y la resolución de problemas, no debe confundirse con la agresividad ni debe ser justificada bajo una “reacción emocional”.
(Morgado, 2017)
La adecuada gestión de la ira trae beneficios para la resolución de conflictos. El sentir ira nos brinda energía para resolver situaciones y tareas difíciles, nos permite defender nuestros derechos, puntos de vista y evitar que las personas pasen por encima de estos, promueve la toma de decisiones, nos brinda información sobre las personas y el contexto donde se desencadena la situación de malestar y nos ayuda a identificar situaciones amenazantes o de injusticia para buscar planes alternos (Chau et al., 2016) (Morgado, 2017).
Por otro lado, cuando la gestión de la ira no es la adecuada puede llevarnos a comportamientos impulsivos, a comprometer nuestra integridad y la de los que nos rodean, transmitir sensaciones de miedo, precaución o desconfianza a otros, actuar a la defensiva cuando no es necesario hacerlo, tener conductas agresivas y en ocasiones, alejar a las personas cercanas con nuestro comportamiento (Chau et al., 2016) (Morgado, 2017).
Comúnmente se han encontrado algunos mitos alrededor de la ira, en primer lugar, se dice que hace parte del carácter o de la personalidad de ciertas personas, no obstante, debe entenderse la ira como un estado emocional acompañado de un proceso de aprendizaje para su adecuada regulación y no como un rasgo de la personalidad. En segundo lugar, no debe ser utilizado para la obtención de objetivos o beneficios, es decir, el usar las amenazas, la intimidación o la agresividad para conseguir algún objetivo en especifico puede traer como consecuencia la pérdida de buenas relaciones interpersonales con las personas a nuestro alrededor. Por último, se ha llegado a considerar la descarga de la ira como una forma para lograr la tranquilidad, sin embargo, de esta forma se promueve una inadecuada regulación.emocional que puede traer consigo algunas consecuencias mencionadas anteriormente (Chau et al., 2016).
Finalmente, para lograr una adecuada regulación de la ira se recomienda manejar una comunicación asertiva, mantener el respeto hacia el otro a pesar de la situación vivida, practicar técnicas de relajación o respiración y mantener la distancia si identificamos que la situación nos sobrepasa. Si identificas dificultades para regular tu malestar frente a situaciones vividas en el día a día o las personas a tu alrededor reaccionan con miedo y rechazo a tus respuestas cuando te encuentras enfadado es recomendable que busques apoyo en un profesional quien te podrá guiar en la adecuada regulación de tus emociones.
Referencias
Chau, C., Claux, M., Dominguez, S., Merino, C. & Moscoso, M. (2016) Análisis factorial confirmatorio del inventario multicultural de la expresión de la ira y hostilidad. Liberabit, 22(2), 137-152.
Morgado, I. (2017) Emociones corrosivas. Cómo afrontar la envidia, la codicia, la culpabilidad, la vergüenza, el odio y la vanidad.
María Camila Rodriguez – Psicologa Clínica – Psicologa.co – Especialistas en Salud Mental
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