La educación en salud emocional está en nuestra historia; desde que nacemos nos enseñan sobre cómo gestionar lo que sentimos; por ejemplo, puedo recordar con claridad cientos de veces en las que cuando me sentía mal por algo, mi mamá me decía con mucho cariño, tranquilo hijo, que ganas con ponerte así.

Crecí y con el paso del tiempo o las experiencias, afirmé esa idea de que sentirse mal, está mal y no sirve para nada; evidentemente esto se transformo en una forma particular de relacionarme conmigo mismo, es más, podría decirles que se volvió un conflicto el tema de sentir algo, ya que apenas notaba que alguna emoción incómoda se asomaba hacia lo que fuera para quitármela, total de nada sirve.

El lío es que, después entendí que esa costumbre de no vivir las emociones, ignorarlas o tratar de cambiarlas a toda costa, se le llama evitación y es la semilla de casi todos los problemas emocionales que conocemos hoy en día; ya que genera unas consecuencias bien malucas:

  1. Favorece que desconozcamos por completo nuestras emociones, su funcionamiento y razón de ser; eso se traduce en intentar manejar un carro sin tener ni idea al respecto.
  2. Suprimir en exceso lo que se siente, tiene un efecto rebote y esto implica que las emociones envés de volverse cada ves más naturales para nosotros, pueden ser cada vez peores.

A todo esto, la psicología clínica moderna responde desarrollando una técnica que nos permite actuar de forma flexible frente a lo que sentimos, a esto se le llama aceptación, que básicamente implica dejar de luchar en contra de lo que se siente, permitiéndolo.

Los psicólogos dicen que usar esta habilidad favorece que las personas aprendan a tolerar el ir y venir de sus emociones y logren convivir con ellas, por lo que, les propongo que lo practiquen y nos cuentan que descubren.

 

Pueden usar los siguientes pasos cada vez que estén viviendo alguna emoción que les incomode:

  1. Intenten detenerse, físicamente, es decir quédense quietos.
  2. Fijen la atención en ustedes mismos, para esto hagan un par de respiraciones profundas y céntrense en lo que sienten cuando el aire entra y sale de su cuerpo.
  3. Ahora traten de notar lo que sienten, las sensaciones físicas de su emoción, las cosas que vienen a su cabeza en ese momento y lo que tengan ganas de hacer.
  4. Permanezcan observando todo lo que puedan notar del punto 3 hasta que su emoción pase sola.
  5. Traten de pensar en si existe alguna situación en la que hacer esto les podría servir de algo.

En principio practicar esto puede lograr que las personas se protejan a si mismas de desarrollar problemas emocionales, sin embargo, cada situación es diferente y por supuesto esta habilidad no es lo único que una persona necesita para estar bien; espero que puedan intentarlo y nos digan su dudas, comentarios u opiniones.

 

Referencias:

Harris, R. (2017) La trampa de la felicidad. Ediciones Planeta.

 

Andrés Molano Ávila – Psicologa.co – Especialistas en Salud Mental

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