A todos nos ha pasado alguna vez que la tez de nuestra cara se coloca roja como un tomate, y por más que intentemos controlarlo no podemos evitarlo; en esos momentos es muy común que recibamos comentarios por parte de otras personas al respecto, intensificando la sensación de incomodidad que inevitablemente sentimos desde el momento en que empezamos a sentir el calor y el hormigueo debajo de la piel del rostro. Se ha encontrado que el enrojecimiento de la cara comúnmente se presenta cuando se experimenta vergüenza, sin embargo, también se puede presentar en situaciones que no tengan una carga emocional importante, pues en este fenómeno están involucrados procesos fisiológicos: el enrojecimiento se presenta por la acumulación de glóbulos rojos en los vasos sanguíneos de la piel del rostro lo cual tiene como resultado la dilatación activa de la irrigación sanguínea en esta zona del cuerpo.
En las investigaciones se ha concluido que el rubor ha adquirido un valor social relevante y, por ende, es común que se asocie con sentimientos principalmente de vergüenza. Sin embargo, también se ha encontrado que el significado real del enrojecimiento depende estrechamente del contexto en donde se presente: hay situaciones en las que se presenta en relación con una conducta antecesora que evidentemente es “incorrecta” o “inadecuada”, pero en otras situaciones el significado es ambiguo, llevando a interpretaciones indeseables ya que es difícil encontrar fácilmente la asociación entre el enrojecimiento con una emoción específica o incluso puede ser inexistente.
En relación con este último caso, hay personas que afirman no sentir vergüenza ni ningún otro tipo de emoción, y se sonrojan de un momento a otro en situaciones en las que mayoría de personas no lo harían, por ejemplo, al escuchar un comentario, recordar algo o dar una opinión. Dado que el común de las personas asocia esta señal con la emoción de la vergüenza, entonces es muy frecuente que los otros realicen ciertos comentarios (incluso bromas) ante la persona cuando se sonroja, lo cual hace que esta se sienta incómoda y empiece a considerar que la falta de control sobre el enrojecimiento es algo problemático. Es decir, es posible que el rubor se presente sin explicación evidente, y esto puede deberse a procesos principalmente fisiológicos.
Lo anterior nos hace una invitación a romper con el estereotipo de que siempre el enrojecimiento está asociado con sentir vergüenza. Hay personas que por constitución biológica son más proclives a sonrojarse con mayor facilidad, y parte del reto es que se puedan aceptar a sí mismas con esta característica particular de su organismo. Cuando no hay aceptación y se presentan juicios negativos frente al sonrojo es usual que la persona no logre ser efectiva en lo que tiene que hacer en un momento dado, se paralice e incluso se sonroje mucho más al presentarse un sentimiento de malestar (o ahí sí de vergüenza), por el hecho de haberse sonrojado minutos antes.
En los casos donde se identifique que efectivamente el enrojecimiento está asociado con sentimientos de vergüenza o ansiedad social, es importante que la persona pueda comprender por qué se están presentando estas emociones y aprenda a brindarle un manejo adecuado. Puede ser una señal corporal que quizá indica miedo a ser juzgado o criticado, o puede ser un indicador de inseguridad. Por lo tanto, en estos casos sería importante que la persona adquiera herramientas para afrontar el juicio que los otros puedan hacer sobre ellos y adquiera mayor confianza en sí mismo. Es muy probable que trabajar en este tipo de aspectos no erradique el enrojecimiento porque como se planteó con anterioridad hay procesos fisiológicos implicados, pero hace que la persona pueda desenvolverse mucho mejor en las situaciones en las que esos miedos están presentes.
A modo de conclusión, es importante darle un significado al sonrojo más allá de una señal de vergüenza, pues no siempre se puede interpretar de la misma manera ya que su significado depende del contexto y de las características particulares de la persona en cuestión. Si te sonrojas con frecuencia, date un tiempo para considerar si debes empezar a aceptar esta parte de ti, dejar los juicios de valor a un lado y enfocarte en lo importante (exponer un punto de vista, recibir un cumplido, hacer una solicitud, socializar) o si, por el contrario, debes iniciar un proceso terapéutico en el que adquieras estrategias para manejar la raíz del enrojecimiento, por ejemplo, el miedo a ser juzgado o criticado por los otros.
Referencias
Crozier, W. R., & de Jong, P. J. (Eds.). (2012). The psychological significance of the blush. Cambridge University Press.
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