De acuerdo con la cultura Japonesa todo el mundo tiene un “ikigai”, es decir, sentido de vida. Existen personas que lo han encontrado y otros que lo llevan dentro pero que todavía se encuentran en un proceso de búsqueda. Al encontrarse en nuestro interior, requiere de una exploración constante y paciente, sin embargo, siempre será posible encontrarlo. En la vida cotidiana escuchamos comentarios como “mi vida no tiene sentido”, “no soy bueno para nada”, “me siento vacío”, frases que logran transformar nuestra cotidianidad y refugiarnos en situaciones, relaciones, objetos, rutinas que no generan consecuencias positivas a corto y largo plazo para la vida (García y Miralles, 2016)
Según Frankl (1994) el sentido de vida se concibe como una fuerza motivacional que poseen todos los seres humanos, al cumplir este sentido de vida se logrará vivir en libertad, responsabilidad y autodeterminación, se tendrá una visión positiva de la vida, del futuro y de sí mismo. Es importante aclarar que el sentido no hace referencia únicamente a una meta, a un sentimiento o a una emoción, según Martínez (2014) el sentido se debe entender como la percepción mental y emocional de los valores que motivan a la persona a realizar una acción de una forma u otra, cuando nombra el componente emocional hace referencia a que debe haber una experiencia de manera personal significativa, algo que genera plenitud, felicidad o emoción; lo mental es el elemento que da coherencia, lógica y dirección para cumplir un objetivo; con estos dos elementos se puede construir lo que se denomina sentido de vida.
“La importancia de encontrar un sentido a la existencia para vivir más y mejor”.
Cuando el sentido de vida esta ausente, la persona empieza a vivenciar una frustración existencial, este estará asociado con un sentimiento de desesperanza, percepción de falta de control sobre la propia vida y ausencia de metas, adicional puede estar relacionado con sentimientos y cogniciones negativas acerca de uno mismo, del mundo y del futuro, esto desde una perspectiva desarrollada por Beck. Sin embargo, desde la postura de Frankl (1994) esto no debe ser signo de alguna anomalía o trastorno, si no al contrario puede ser una oportunidad para generar un cambio positivo en su vida, por ello este mismo autor considera que la persona que se enfrente a sus problemas y convierte sus metas y objetivos en actividades podrá observar el pasado con tranquilidad y paz interior.
En la construcción de un sentido de vida es necesario identificar cuales son esas huellas de sentido, es decir vivencias que han impactado significativamente nuestra vida en el pasado y en el presente (Martínez, 2014), ya que estos elementos nos van a direccionar nuestro sentido de vida actual. En la búsqueda de esas huellas nos podemos preguntar estas autorreflexiones que nos permitirán pensar y elaborar nuestro sentido de vida:
• ¿Esto que viví o vivo me emociona?
• ¿Esto que percibo es bueno para mí?
• ¿Esto que vivo construye mi vida?
• ¿Siento que algo allí me atrae?
Por otra parte, es relevante mencionar que el sentido de vida es propio para cada individuo, puede reconstruirse y cambiar constantemente a lo largo de los años, lo importante no es dejar de construirlo y de vivir con sentido.
Referencias:
Frankl,V.E (1994). La voluntad de sentido. Conferencias escogidas sobre logoterapia. Barcelona: Herder.
García, H., & Miralles, F. (2016) Ikigai: Los secretos de Japón para una vida larga y feliz. Barcelona: Urano.
Martinez, E. (2014). Buscando el sentido de la vida. Manual. Bogotá: Ediciones Aquí y Ahora.
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