Es común encontrar a nuestro alrededor, familiares, conocidos, medios de comunicación, profesionales y usuarios de redes sociales usando un discurso de “felicidad permanente” donde priman afirmaciones de “siempre hay que tener una actitud positiva”, “no estés triste”, “no le pongas atención a eso, pasará”, “lo tienes todo para ser feliz”, lo que genera un discurso y actitudes que nos llevan a vivir desde el positivismo o felicidad constante. Ahora, ustedes podrían preguntarse ¿Qué tiene de malo vivir bajo este discurso de “felicidad permanente”? El priorizar la felicidad como aquella emoción privilegiada desde la cual todos debemos vivir genera una negación ante la presencia de otro tipo de emociones “desagradables” pero no “negativas”, que surgen ante aquellos momentos de adversidad y de dificultad natural que todos experimentamos debido a diferentes situaciones. El discurso de “felicidad permanente” nos quita el permiso de sentir tristeza, nostalgia, culpa, rabia, melancolía, entre otras, ya que niega su presencia e intenta cambiar su naturalidad hacia la felicidad, de alguna manera, como si estuviera mal sentirlas lo cual es erróneo.
La presencia de emociones (agradables y desagradables) en nuestro día a día es natural y biológico, es decir, tenemos estructuras biológicas que nos permiten reaccionar ante las situaciones percibidas y generar una respuesta, por ejemplo: si se recibe un ascenso en el trabajo será natural que la persona experimente felicidad, por otro lado, si recibe la noticia de que será despedido será natural que experimente tristeza, rabia y/o culpa. La naturalidad del evento y la forma en que sea percibida por la persona generará una respuesta de adaptación al contexto, de toma de decisiones y de acciones.
Cuando el discurso de “felicidad permanente” empieza a ser adoptado por uno mismo o por las personas a nuestro alrededor se generan una serie de consecuencias. Cuando la persona asume este discurso va a tener dificultades ante la experiencia de otro tipo de emociones diferentes a la felicidad, puede empezar a fingir estados emocionales cuando se siente de una manera diferente, deja de comunicar las situaciones adversas por las que está pasando debilitando su red de apoyo y se desconecta de su expresión emocional natural impidiendo la adecuada comunicación y adaptación a situaciones, lo que genera un sufrimiento interno por no encontrar una armonía entre las situaciones, sus procesos internos de emoción (lo que realmente siente) y su discurso de felicidad (lo que finge sentir), y adicional, puede llegar a sentirse culpable de esta incongruencia emocional.
Cuando son las personas a nuestro alrededor quienes asumen este discurso se puede generar un rompimiento en el vínculo cercano debido a la sensación de invalidación de los estados emocionales propios debido a este discurso de “felicidad permanente”, la persona puede sentir que las personas a su alrededor minimizan sus emociones y que debe cohibirse de expresar abiertamente sus experiencias emocionales ya que no recibirá una validación o comprensión de su sentir. Por otro lado, es común encontrar este discurso en redes sociales por medio de frases motivacionales o fotos de los usuarios de la red; las redes sociales se han convertido en un modelo de expectativa para muchas personas que generan al mismo tiempo una sensación de malestar al no poder cumplir con estas. En los dos casos, tanto con las personas cercanas o en redes sociales se “vende” la idea que al estar es “felicidad permanente” los problemas “desaparecen” y la vida “es mejor”, lo que genera una idea irreal de las dificultades y adversidades naturales con las que nos encontramos día a día y la incapacidad de sentir lo que realmente sentimos solo porque otros creen que no deberíamos hacerlo.
Sentir diferentes emociones ante las experiencias que vivimos es natural, ninguna emoción es mas importante que la otra ya que cada una cumple una función importante para nuestra adaptación, regulación emocional, toma de decisiones y relacionamiento con los otros, por esto, es fundamental que nos demos permiso de sentir cuando sea necesario y de no negarnos a nosotros mismos nuestro derecho a expresarnos y a aprender de nuestro proceso emocional. Cada uno vive una experiencia emocional diferente, es importante validarnos entre nosotros y ser empáticos con la emocionalidad del otro respetando las diferencias y el proceso personal de cada uno.
María Camila Rodríguez – Psicologa Clínica – Psicologa.co – Especialistas en Salud Mental
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